La costura salvó a mis padres que estaban pasando por dificultades económicas desde que nací, mi madre empezó a hacer las piezas y mi padre las vendía.

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Desde pequeña, como buena hija de costurera, crecí al pie de la máquina. Crecí un poco y comencé a ayudar al negocio familiar: cosía, cosía botones, quitaba pelusas y aprendí a trabajar con la parte gráfica de los moldes. Cuando llegó el momento de elegir una profesión, no hubo duda: El camino de la moda me eligió a mí.

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En la universidad el amor por este universo no hacía más que crecer, mi sueño de ser diseñadora de modas estaba cada vez más cerca, solo había un problema: ¡No entendía de modelaje!  

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Después de varios cursos, métodos y profesores diferentes, ¡todavía no entendía el modelado plano! 

Sólo más tarde entendí que no era culpa de los profesores, los métodos o la didáctica, era mi dificultad con los números y los cálculos lo que me frenaba.

La primera clase de Moulage en la facultad me abrió los ojos, como había pocos profesionales en el mercado, vino un profesor de São Paulo a enseñarnos la técnica. Después de eso, dediqué toda mi vida profesional a Moulage.

Trabajé como diseñador, vi mis creaciones en revistas y me invitaron a exponer en París. A lo largo de mi carrera he cumplido muchos sueños, pero fue en el salón de clases donde me encontré y descubrí mi verdadero propósito en la vida: ¡ENSEÑAR!

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